La crítica no puede darse el lujo de ignorar la circunstancia que comprime el espacio de la decisión. Tiene sentido comparar la acción con el ideal, pero es necesario también advertir el peso de las restricciones reales e imaginar el escenario contrario. Pienso en la visita del presidente López Obrador a Washington. No parece haber sido la mejor ocasión para visitar a un candidato que busca la reelección. No es convincente el motivo que se ha expuesto para justificar el viaje y mucho menos el propósito de expresar gratitud al antimexicano. Pero la catástrofe que algunos temimos no se materializó. Puede decirse que la visita fue exitosa. Tendrá costos y beneficios que seguramente habrán de apreciarse a fines de año, tras la elección presidencial, pero la ceremonia de cordialidad que contemplamos tiene, por lo pronto, consecuencias benéficas. Las tiene, sobre todo, si consideramos el viaje como el emblema de una relación que, a pesar de todo, se preserva y se cuida.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.