OPINIÓN

El 'cash'

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA

3 MIN 30 SEG

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La mujer se quitó el vestido, presurosa, y con urentes ansias empezó a desatarse el portabustos. "¿Qué haces?" -le preguntó, asombrado, su marido. Explicó la señora: "Me dijiste 'Prepárate', como en los viejos tiempos". "No me entendiste -aclaró el provecto esposo-. Te dije 'Prepara té'"... Comentó Babalucas: "Inventé un veneno para pulgas, chinches y garrapatas, pero no tuvo éxito en el mercado". Quiso saber alguien: "¿Por qué?". Respondió con tristeza el badulaque: "El veneno es inyectable"... Pese a sus muchos años don Valetu di Nario no había perdido su afición a esa "tónica tibieza" de que habló López Velarde, la del trato con mujer. Le preguntó a una linda chica: "¿Te gusta la primavera?". "Me gusta mucho" -contestó ella. "Qué bueno -dijo don Valetu-. Tengo 70 a tu disposición"... Monseñor Guillermo Tritschler y Córdova, arzobispo de Monterrey en los años cuarenta del pasado siglo, fue un hombre de Dios, como suele decirse en lenguaje eclesial, pero también un sabio varón que conocía a fondo las cosas del mundo y de la vida. En cierta ocasión un porcicultor lo invitó a bendecir su granja. Ahí le comentó al dignatario: "En tratándose de cerdos, señor, todo es dinero". "Sí, hijo -asintió monseñor Tritschler-. Y en tratándose de dinero...". Dejó inconclusa la expresión, mas no es difícil completarla. En política el dinero es igualmente un cochinero. La rima es involuntaria, pero cierta. Sin dinero no se puede hacer política. Casi obligadamente viene a cuento la manida frase de Carlos Hank González: "Político pobre, pobre político". Para ganar una batalla, decía Napoleón, se necesitan tres cosas: dinero, dinero y dinero. Lo mismo para ganar una elección. Hoy por hoy está de moda un libro que se llama El rey del cash. Poco afortunado me parece el título, pues lleva a recordar las palabras que alguna vez dijo el presidente Zedillo cuando una vendedora indígena le pidió que le comprara una artesanía: "No traigo cash". No conozco la dicha obra, pero pienso que pertenece a la especie de libros sensacionalistas cuya sensación es efímera, y que pronto desaparecen tanto de los escaparates de las librerías como de la memoria de la gente. Está claro que la autora no ha descubierto el hilo negro. Desde siempre los políticos en nuestro país han usado el dinero de los contribuyentes para promover sus causas y mejorar su economía personal. Eso lo sabe la ciudadanía y lo acepta como parte de los usos y costumbres nacionales. Ningún efecto tendrá tal libro en AMLO y su círculo cercano -ni lejano-, y no provocará movimiento telúrico alguno en el inconmovible régimen de la 4T. Para revelaciones, las de la Guacamaya. Ésas sí han de traer nerviosos a los civiles y militares involucrados en este Gobierno que ya es más militar que civil. Debemos suponer que poco a poco irán saliendo a la luz, por obra y gracia de los hackers, informes de mayor sustancia que los de las botas del general. Merece reconocimiento, eso sí, el valor de Elena Chávez al publicar su libro en un ambiente hostil. Sean cuales fueren los motivos que llevaron a la autora a sacar su obra a la luz no cabe duda de que ante la monótona cantaleta de AMLO, ésa de "No somos iguales", ella tiene otros datos... Glafira, la hija de don Poseidón, ranchero acomodado, fue contra la voluntad de su padre a estudiar en la ciudad. Doña Holofernes, la madre de Glafira, la apoyó, pues iba a estudiar Relaciones Internacionales, y las relaciones locales de su hija la traían muy preocupada. A los pocos días doña Holofernes le informó a don Poseidón: "Ya matricularon a Glafira". "¿Lo ves? -exclamó don Poseidón-. ¡Te dije que algo malo le iba a suceder en la ciudad!"... FIN.