OPINIÓN

El Atlas de Jan Hendrix

ANDAR Y VER / Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

3 MIN 30 SEG

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El 26 de agosto de 1768 Joseph Banks se unió a una expedición que comandaba el cartógrafo James Cook para explorar los mares del Pacífico. Tenía 25 años y acababa de heredar una fortuna. Buena parte de su dinero lo entregó al viaje que sería determinante para trazar el mapa de Australia. A Banks no le interesaba tanto el dibujo de penínsulas y bahías sino el registro de las plantas que nunca había visto un europeo. Al llegar a la costa de lo que hoy conocemos como Nueva Gales del Sur, el naturalista estableció una rutina de investigación. Desembarcaba del Endevour muy temprano por la mañana equipado de navajas, tijeras y canastas y pasaba todo el día recolectando ramas, semillas, flores. Por la tarde regresaba al barco donde extendía los hallazgos del día sobre hojas papel que ponía al sol para que fueran secándose. Al extenderlas, un ilustrador que iba en la expedición dibujaba cada espécimen. Por las noches, las muestras se colgaban de un hilo para que el viento evitara que se humedecieran o les brotaran hongos. Ya secas, las plantas se metían en pliegos de papel que iban encuadernándose. Cuando se acabó la dotación de papel blanco, Banks fue colocando las flores, tallos y hojas descubiertas en el libro que tenía a la mano. Era El paraíso perdido de John Milton.