Arturo Zaldívar decidió ser el asesor jurídico del lopezobradorismo. No lo ha hecho de manera encubierta. Abiertamente ha trabajado para el Ejecutivo interviniendo en una función política que la Constitución le tiene vedada: promover iniciativas de ley. Al aceptar la invitación del Ejecutivo para diseñar la reforma judicial (una aparente muestra de respeto a los jueces), el presidente del máximo tribunal se convirtió en asesor y cabildero. Zaldívar se prestó, desde el primer momento, a una transgresión que hoy termina siendo grotesca y de la que no puede sacudirse. Lo dijo el presidente López Obrador, cuando presentó la iniciativa de ley: "Como es facultad del Ejecutivo enviar reformas, facultad que no tiene el Poder Judicial, nos presentó el ministro un proyecto de iniciativa que nosotros apoyamos y que vamos a firmar para enviar al Congreso". Así empezó esta historia: el presidente del tribunal supremo trabajando abiertamente para otro poder, asumiendo funciones que no le corresponden.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.