No son los privilegios. Es la autonomía. Lo que irrita al Presidente es la osadía de un poder que no se ha plegado a sus antojos. No había afilado la tijera el Presidente cuando tenía al frente del Poder Judicial a un hombre que actuaba como subordinado. Cuando el presidente de la Corte se presentaba como secretario de justicia, las relaciones entre los poderes eran tensas, pero el régimen no utilizaba la navaja para despojar a los jueces de los instrumentos que les permiten desarrollar su trabajo. La eliminación de los fideicomisos no es austeridad: es bravata. No se trata de cuidar los recursos públicos. Se trata de ejercer el poder para someterlo todo al capricho de un hombre. Se trata de emprender una campaña para debilitar a un poder de la República y facilitar el terreno para el golpe mortal.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.