Todo el mundo sabe que la actual Jefa de Gobierno de la Ciudad de México es presidenciable. De hecho, una de las -posibles- candidatas con mayor probabilidad de recibir la unción del actual Presidente y, además, de ser elegida por el partido y la población. Y precisamente esta posibilidad se ha convertido en una maldición para la Ciudad, porque la Jefa de Gobierno ha, prácticamente, desaparecido de la mayoría de sus funciones de despacho, delegándolas en sus subordinados. Esto es particularmente grave en áreas donde la "decisión política" es fundamental para empujar a las instituciones en la dirección correcta, por ejemplo, en seguridad pública.