No es fácil encontrar paralelo en nuestra historia a la tragedia que vive Acapulco. Ningún desastre natural que recuerde ha tenido y tendrá un impacto tan devastador como Otis. No solamente es la muerte y la devastación del huracán, sino lo que éste dejará en los próximos años. El huracán fue un golpe al corazón del puerto, a su base de sustento, a sus fuentes de vida. Se hará pronto el inventario de pérdidas gigantescas. Lo que viene es muchísimo peor. Un puerto que vive de sus visitantes estará imposibilitado de recibir a nadie. Lo que hemos visto es inenarrable: la naturaleza que hace volar muros y cuerpos, que desbarata edificios como si fueran papel, que bombardea una ciudad como si fuera blanco de guerra.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.