Deseos y propósitos
Guadalupe Loaeza EN REFORMA
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Este fin de año, mis doce deseos y propósitos se confundían entre sí. Como de costumbre me atragantaba con las doce uvas, por más que quería masticarlas, se iban acumulando en mi garganta; terminé por separarlas seis en un cachete y las otras seis en el otro. Parecía Bugs Bunny porque las uvas eran grandes y muy jugosas (afortunadamente no tenían huesitos). Fue Natalia mi hermana, quien siempre piensa en todo, la que trajo casi un kilo en una bolsa de plástico. Ignoro dónde y cuándo las consiguió, el caso es que llegó con ellas después de las 9 de la noche y me las entregó con una enorme sonrisa de satisfacción. Para la cena nada más seríamos cuatro contando a mis dos hermanas mayores. Éramos tres ancianas y un anciano. "¡Qué depresión!", al momento de sentarnos a la mesa. Así es la vida, las familias se reducen y aumentan al mismo tiempo. Ahora, los hijos y nietos pasan el Año Nuevo con personas de su misma edad, que cada vez son más; mientras los abuelos también, pero cada vez son menos. El menú era muy simple: jugo de carne, crepas de flor de calabaza, pavo, jamón con piña, ensalada de endivias y una tarta de fresas. Eso sí, aunque había champagne a pasto, nada más se abrió una botella. Me di cuenta que el mesero, con su filipina azul marino, nos servía con cierta condescendencia. Se hubiera dicho que en el fondo de su corazón deseaba que la pasáramos lo mejor posible.
Descubrió quién es gracias a la escritura y al periodismo. Ha publicado 43 libros. Se considera de izquierda aunque muchos la crean "niña bien". Cuando muera quiere que la vistan con un huipil y le pongan su medalla de la Legión de Honor; que la mitad de sus cenizas quede en el Sena y la otra mitad, en el cementerio de Jamiltepec, Oaxaca, donde descansan sus antepasados. Sus verdaderos afectos son su marido, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus lectores