Un profundo desaliento se ha arraigado en la industria energética nacional. Se palpa en cualquier reunión de empresarios, de analistas, de financieros. Casi a diario escuchamos el rencor ideológico, el tono antagónico de López Obrador, acusaciones, difamaciones, el rechazo a rondas, subastas, proyectos y reguladores. Pemex y México están al borde de perder su grado de inversión. El resultado neto es la incertidumbre y la desconfianza.