Ha desaparecido el sistema competitivo de partidos. Lo reconocemos hoy, pero la muerte sucedió hace seis años. Desde entonces las oposiciones son poco menos que irrelevantes. Serán incapaces de modificar la legislación y, muy probablemente, incapaces de detener los terribles cambios a la Constitución que se proponen. Tras las elecciones intermedias del 21, la oposición partidista dio señales de que podría reanimarse. Fueron capaces de detener algunas reformas políticamente regresivas y lograron un frente común que prolongó la vida de instituciones que hoy están a punto de caer. Pero en la campaña de este año fue claro que los partidos de oposición han dejado de ser maquinarias de organización, brújulas de identidad, bancos de confianza. Provocan rechazo, no defienden ningún ideario, carecen de liderazgos solventes.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.