La mejor candidata no logró los votos necesarios para llegar a la Corte. Hasta donde eso es posible, puede decirse que objetivamente lo era. Para reconocerlo basta leer el discurso que Ana Laura Magaloni pronunció ante el Senado. No es un texto para desechar, después del desenlace. Es un documento nutrido de reflexiones y de experiencias. Es el razonamiento de una académica rigurosa que no se ha quedado en el salón de clase, ni escribe para sus colegas. Se trata de un diagnóstico severo de nuestro aparato de justicia, una toma de posición, un programa de trabajo. Ahí se identifican con claridad los desafíos que tenemos en frente y se apuntan estrategias razonables. Parte de la inmensa responsabilidad que surge del vuelco del 2018. El respaldo al cambio abre posibilidades infrecuentes. Tiene razón: mucho podría hacerse... si se intentara bien. Dos tareas se proponía la candidata a la Corte: abrir las puertas de la justicia a los excluidos y asegurar los necesarios equilibrios. Las dos tareas de la ley, vistas con admirable claridad. Asentar el orden en la paz de las reglas y no en la intimidación de los violentos. Cuidar que los poderes, por legítimos, populares o fuertes que sean se mantengan dentro del espacio trazado por la Constitución.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.