En términos mediáticos y electorales la estrategia es impecable: armar la primera temporada del caso Lozoya con entregas semanales que, capítulo a capítulo, nos recuerden a todos de qué calibre fueron los excesos del pasado. En esas entregas semanales, el miércoles 19 de agosto nos tocó ver el capítulo de "la filtración". En esa ocasión tuvimos acceso a la denuncia de Lozoya vía redes sociales. Un hecho audaz o inclusive temerario en la trama de la serie. Sin duda, la denuncia es un texto importante, lleno de viñetas y escenas cortas que narran historias de escándalos de dinero de altos funcionarios de la administración peñista y destacados militantes del PAN. Son las historias de Lozoya; no las historias judiciales. Es decir, son declaraciones, no son sentencias. Ahora estamos en el capítulo de la consulta popular y ver si se debe o no juzgar a los expresidentes. Tengo que reconocer que la serie Lozoya sí es un buen distractor para no mirar las dolorosísimas realidades cotidianas de la pandemia y sus efectos sociales. Aunque, en realidad, todo forma parte de este mismo momento complejo, desafiante e incierto que estamos viviendo.
Profesora investigadora de la División de Estudios Jurídicos del CIDE, Doctora en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, licenciada en Derecho por el ITAM. Magaloni es precursora en México de los estudios empíricos sobre las instituciones de justicia, con énfasis en la SCJN, el juicio de amparo y el sistema de persecución y enjuiciamiento penal mexicanos. Entre sus recientes publicaciones está "La Suprema Corte y la transición jurídica en México".