En 2023 y probablemente en 2024, el crecimiento económico mexicano estará gobernado por el balance entre fuerzas que apuntan claramente en sentidos contrarios. Por un lado, resentirá los efectos negativos de una posible desaceleración económica estadounidense y de la política monetaria interna; y, por el otro, se verá favorecido por algunos choques exógenos que podrían mejorar la inversión y la demanda relacionados con el nearshoring, el plan estadounidense de inversión en semiconductores y la reconversión de las plantas automotrices mexicanas.