CULTURA

Crea Solares su novela más negra

Silvia Isabel Gámez

Cd. de México (19 noviembre 2015) .-00:00 hrs

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Martín Solares se planteó una hipótesis literaria, un experimento: ¿cómo sería un país donde la palabra justicia y las variantes del término narco no existieran? De esa obsesión surgió su nueva novela, No manden flores.

Fueron ocho años de escritura que se tradujeron en tres cajas llenas con libretas en las que anotaba frases, párrafos y escenas. "La angustia fue el motor principal. Luego la sorpresa, la indignación ante la impunidad y el desencanto".

Como en su primera novela, Los minutos negros, cuya adaptación al cine se filmará en 2016 bajo la dirección de Mario Muñoz, la historia de No manden flores (Random House) tiene como centro a Tamaulipas, sus protagonistas son dos policías y desfilan en la trama más de 50 personajes.

El ex detective Carlos Treviño y el Comandante Margarito son dos eslabones de una misma cadena, pero el viaje de uno es exterior y el del otro es interior. El primero recorre el norte del estado en una especie de road novel intentando resolver el secuestro de la hija de un poderoso empresario de La Eternidad, y el segundo se empeña en apoderarse del rescate.

Cuando se dio cuenta de que un solo policía no podría enfrentar tantos intereses, inventó otro más tenebroso. "Mientras Treviño trata de resolver el caso para traer algo de justicia al mundo, Margarito intenta evitar que se solucione porque es parte del problema", resume Solares.

La novela evidencia una maraña de corrupción a todos los niveles. "Traté de ir -espero- muchos pasos por delante de la realidad", desea el escritor, quien se empeñó en imaginar un país al servicio de quienes dirigen el "negocio", proponiendo un retrato de grupo de los delincuentes. En la trama abundan los guiños a la realidad, con referencias a hechos periodísticos e historias de políticos, anónimos sólo en la historia.

"El sentido del humor prácticamente desapareció", señala. "Los personajes no se dan cuenta de la ironía de algunas situaciones que están viviendo, porque son quienes las padecen. Será el lector quien sonría o se ría amargamente".

Solares se arriesga también con la estructura: a la mitad del libro cambia de protagonista y de punto de vista. El autor de Cómo dibujar una novela imaginó para su historia la forma de un molino gigantesco, tan poderoso como para hacer girar con fuerza al lector alrededor de la trama para después enviarlo en otra dirección.

No manden flores
es su historia más negra, reconoce Solares, pero dista de ser una fábula y no intenta dar respuestas. "La novela aspira a señalar que puede existir un mundo mejor".