Siempre se puede encontrar la reconciliación en una causa común. Apelar al otro y volverlo uno mismo, aunque sea un instante. Apenas un momento se suspira y la verdad embarga un estado de ánimo que se vuelve intoxicante, casi epidémico, colectivo. Volvemos a ser amigos y las diferencias se abandonan a la agenda de guerra. Hay momentos para sostener con valor y argumento la pretensión propia, la perspectiva institucional, otras, donde nos miramos y los ojos brillan, se desborda confianza, dignidad y rumbo. Las miradas abandonan la suspicacia y las causas verdaderas nos unen.