El ministro de finanzas que aspiraba a suceder a la canciller la imitaba abiertamente. Olaf Scholz tenía claro que, para ocupar el puesto de Angela Merkel, había que parecerse a ella. Debía convencer a los votantes de que era tan aburrido y tan confiable como ella. A pesar de pertenecer a otro partido de su coalición, enfatizaba que su oferta era más de lo mismo. Repetía sus lemas e, incluso, remedaba sus gestos. Scholz colocaba las manos al frente, en forma de rombo, como lo había hecho Merkel desde siempre. Scholz plagiaba el famoso rombo de Merkel. En el fondo y en las formas, en el estilo y en la sustancia, se presentaba como un clon de la canciller.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.