Botas polvorientas y desgastadas. Caballos bebiendo agua. Sudor goteando de las frentes de todos los tonos de piel negra mientras clásicos del country resuenan a través de altavoces gigantes. Estos momentos se recrean con frecuencia durante las reuniones familiares de Tayhlor Coleman en su rancho en el centro de Texas. Para ella,
el álbum country de Beyoncé,
Act II: Cowboy Carter, fue la concesión de un deseo improbable.