OPINIÓN

Barbas a remojar

Denise Dresser EN REFORMA

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Qué incomodidad la de López Obrador ante la derrota de su amigo Donald Trump. Qué sensación de vértigo le debe producir el desprecio de millones a un populista autoritario con quien ha demostrado tener tanto en común. El odio a los medios, la arenga contra los adversarios, la política como espectáculo, el desmantelamiento del Estado para concentrar el poder discrecional en su sola persona. Ambos han pasado años elogiándose, apapachándose, y en el caso de AMLO, doblegándose. Pero de pronto, la realidad se impone y desnuda lo que Trump siempre ha sido y López Obrador solapó: un narcisista inestable, un mentiroso mendaz, intentando -en vivo a través de la televisión- armar un golpe de Estado y destruir los cimientos de un sistema democrático que ya había intentando dinamitar. Un polarizador capaz de todo, mas no de perder. Y ahora AMLO enfrenta lo que debe calarle. Su aliado, antes encumbrado; ahora acorralado. Su cuate, antes omnipotente; ahora delirante. Antes poderoso, y ahora patético. Castigado en las urnas, y evidenciado como lo que es: el personaje más cínico que ha ocupado la Casa Blanca.