OPINIÓN

Arrepentidos

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA

3 MIN 30 SEG

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"La vengativa". Así llamaba don Geroncio, señor de edad madura, a su atributo de varón. Para razonar tan peregrino apodo le decía: "En otros tiempos yo te ordenaba: 'Levántate', y tú te levantabas. Ahora tú me dices en horas de la madrugada: 'Levántate', y yo me tengo que levantar"... Grande, muy grande, es el coro que canta en el Tabernáculo Mormón. Pues bien: más numeroso que ese coro es el de aquellos que aquí han debido cantar la palinodia después de haber dado su voto y su total apoyo a López Obrador. Permítanme un momentito. Voy a consultar en el lexicón de la Academia qué quiere decir eso de "cantar la palinodia". Define el diccionario: "Cantar la palinodia. Retractarse públicamente, y, por extensión, reconocer el yerro propio, aunque sea en privado". Muchos intelectuales de alto copete, e incontables escribidores, se han arrepentido de haber confiado en AMLO. Alabo el valor civil y la honestidad que muestran al confesar su yerro en público de la gente y manifestar su contrición. Yo no he tenido que pasar por esas horcas caudinas. Otro momentito, por favor. Ahora voy a ver qué significa eso de "horcas caudinas". Tal expresión designa la pena que sufre quien debe hacer algo que habría preferido no hacer. Nunca experimenté yo ese sonrojo. Jamás voté por López Obrador, de modo que no cargo tal culpa en mi conciencia. Desde el principio intuí -para algo han de servir 60 años de ejercicio periodístico- que su Presidencia sería lo peor que le podría pasar a este país. Los hechos, y sobre todo los desechos, evidencian que esa intuición mía no fue desacertada. Habría querido estar equivocado, y que la 4T hubiera traído, en efecto, un cambio positivo para México. Por desgracia no sucedió así. Ninguno de los ofrecimientos hechos por AMLO se ha cumplido, y la situación del país es, en todos los órdenes, considerablemente peor que cuando él asumió la Presidencia y la sumió. No se puede pedir, como hace Muñoz Ledo, que el tabasqueño se vaya desde ahora a su rancho de sonoro nombre. Deberemos sufrirlo otros dos años, y seguir padeciendo sus mentiras y rabietas mañaneras hasta que llegue el fin de su sexenio. Y tendremos Morena para rato, igual que para rato tuvimos antes PRI. Yo ya voy de salida -todos vamos de salida, lo único que cambia es la fecha en que saldremos-, pero lo siento por las generaciones nuevas, que tienen derecho a vivir en un país mejor que éste sobre el cual se han abatido las sombras del populismo, del caudillismo y de un ominoso militarismo del que pueden derivar para México males que hoy ni siquiera imaginamos. También en esto deseo vivamente equivocarme. Que así sea... El inspector escolar le preguntó a Pepito: "¿Cuántas son 2 más 2 más 2?". Respondió él: "Depende". "¿Cómo que depende?" -se amoscó el inspector. Manifestó Pepito: "Si los números están colocados horizontalmente, son 222. Si lo están verticalmente, entonces son 6". Los demás chiquillos rieron. Para disimular su turbación el inspector cambió de tema. "Dime -le preguntó nuevamente a Pepito-: ¿cuántos son los mandamientos de la ley de Dios?". "Depende" -volvió a decir Pepito ante el regocijo de sus compañeros. "¿Cómo que depende? -se atufó el visitante. Explicó Pepito: "Para los varones son 10; para las mujeres, nueve. A ellas no se aplica el que dice: 'No desearás la mujer de tu prójimo'". Nuevas risas de la chiquillería. Exasperado, el inspector se volvió hacia el maestro del grupo y le dijo: "¿Verdad que este chamaco es un hijo de puta?". Pepito alcanzó a oírlo y replicó: "Depende. Si soy hijo de mi madre no lo soy, pero si soy hijo de la suya sí lo soy"... FIN