Daniel de la Fuente.-
Las nuevas generaciones que se enteraron de la existencia de Guillermo González Calderoni por la pasada serie Narcos, en la que aparece como el comandante de la Judicial Federal que apoya y más tarde traiciona y detiene al capo Miguel Ángel Félix Gallardo, quizá no sepan su origen ni menos el fin de este personaje que está presente a lo largo de uno de los pasajes más oscuros de la lucha contra el narcotráfico en México.
Calderoni, que por casi una década permaneció en el exilio en Estados Unidos, fue asesinado cerca de las 11:00 horas del 5 de febrero del 2003 al salir del despacho Chapa-Yzaguirre, ubicado en la Plaza Nightingale, en McAllen, Texas. El segundo abogado fue identificado entonces como defensor de Juan García Ábrego, ex líder del Cártel del Golfo detenido en Nuevo León.
Con 54 años, Calderoni fue atacado al abordar su Mercedes Benz. Lo acompañaba un amigo, Martiniano "El Chato" Mendoza, quien resultó ileso. El disparo fue en el lado izquierdo del rostro: murió dos horas después en el McAllen Medical Center.
Consultado entonces por EL NORTE, el director del semanario Zeta Jesús Blancornelas se preguntaba qué llevó a la muerte al hombre que en alguna época fue considerado por autoridades estadounidenses el "Elliot Ness mexicano: "González Calderoni ya había pasado de moda, ya eran nueve años fuera del país, ya no temía por la situación jurídica en que se encontraba y, en arraigo, no podía tener una conexión con extraños o con otras personas porque definitivamente estaba controlado".
El periodista agregó sobre su desenlace: "Es una venganza de factura de los años 90".
Nacido en Reynosa y proveniente de una familia pudiente, Calderoni entró a la federal a inicios de los 80 y escaló rápido a comandante en Monterrey, Ciudad Juárez, Tuxtla Gutiérrez, así como subdelegado en Jalisco y Quintana Roo. En su paso por nuestro estado eran comunes las notas periodísticas por grandes golpes al tráfico de drogas.
Eran los años en que se le atribuyó las capturas de grandes capos como el chihuahuense Pablo Acosta, quien murió al ser detenido, y del sinaloense Miguel Ángel Félix Gallardo, entonces el narcotraficante de mayor calado y al que los apologistas del narco llamaban "Jefe de jefes".
"Fueron dos meses y medio de trabajo y cansancio", dijo Calderoni al hablar de esta detención, aunque poco habló del papel de la DEA y de lo determinante que fue el asesinato del agente Enrique Camarena Salazar y del piloto Alfredo Zavala Avelar.
Pese a acusaciones como la de Rafael Chao López, quien fue comandante de la Dirección Federal de Seguridad y que lo acusó de "fabricar" narcotraficantes para sobresalir y recibir dinero de delincuentes, Calderoni creció durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, por lo que llegó a subdirector de la Policía Judicial Federal en el área de narcóticos, entre otros cargos.
Incluso se pretendía abrir en San Antonio una oficina de la PGR a cargo de Calderoni, lo que causó polémica en Estados Unidos. Todo esto se vino abajo, algo se quebró entre el policía y el poder político un día como hoy, 7 de febrero, pero de 1993, cuando el Procurador Jorge Carpizo ordenó su arresto y el de otros agentes de la Judicial Federal por el asesinato de los narcotraficantes Quijano Santoyo, en 1990. Otras causas que se abrieron fueron enriquecimiento inexplicable, abuso de autoridad y delitos contra la salud.
Tras asegurarle numerosas propiedades, Calderoni huyó a Estados Unidos y fue arrestado en 1994 por la Interpol y el FBI. Aunque sometido a juicio de extradición, se le concedió residencia para vivir en McAllen y, para 1996, se le identificaba como protegido de la DEA para usar su información en juicios como el de García Ábrego, aunque sus abogados lo negaron.
Desde entonces, Calderoni se dedicó a divulgar detalles de carteles y de su alianza con gobiernos. Su nombre aparece en muchas carpetas que conciernen a Nuevo León: la detención del capo García Ábrego, el asesinato del oscuro abogado Polo del Real y de numerosas figuras relacionadas con el crimen organizado. Lo mismo sucedió en otros estados.
Acaso la revelación más fuerte fue señalar que el Presidente Carlos Salinas de Gortari dio protección al Cartel del Golfo y que su hermano Raúl era el operador; que éste planeaba comprar un puerto en el Golfo en asociación con el narcotráfico y que le encargó a García Ábrego matar a Francisco Xavier Ovando y Román Gil Heraldez, asesores de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988.
Calderoni dijo saber quién ordenó los asesinatos de Luis Donaldo Colosio, ex Candidato del PRI a la Presidencia, y del Secretario General del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, ambas en 1994. Pero nunca lo reveló.
En el exilio, el ex comandante daba entrevistas a diestra y siniestra. Así, en 1997 reconoció a The Wall Street Journal que lo mismo había sido víctima como instrumento del sistema: "No soy una paloma blanca", dijo. "Cometí los errores que uno comete cuando se trabaja en un sistema como el mexicano".
Agregó el ex policía cuyo nombre sin duda está en los expedientes de todos los grandes narcos, desde Juan N. Guerra hasta Joaquín "El Chapo" Guzmán": "La carrera de un policía es como actuar en la cuerda floja".
En junio del 2001 y anticipándose a lo que vendría años más tarde, Calderoni dijo a EL NORTE que si el crimen organizado operaba en Nuevo León era por la falta de dureza de las autoridades para enfrentarlo y que la capital nuevoleonesa se estaba convirtiendo en otra ciudad como Tijuana, Guadalajara, algunas de Sinaloa.
"Ninguna organización puede crecer y desenvolverse en ningún lugar si no es porque cuenta con protección, colaboración o ayuda, y si eso está sucediendo en el Estado de Nuevo León, es que algo no está correcto", aseguró.
"Lo importante no es saber quién opera en Monterrey, sino por qué opera".
En abril del 2002, un Tribunal Colegiado ratificó un amparo que dejó sin efecto las últimas órdenes de aprehensión. Libre, Calderoni dejó correr la versión de que regresaría a México: "Estoy empezando a recordar muchas cosas", dijo en entrevista.
Nada se reveló, porque fue asesinado el 5 de febrero del año siguiente.
Tras darse a conocer el crimen, el periodista Jorge Fernández Menéndez describió a Calderoni de la siguiente manera: "Traicionó a demasiada gente, a demasiados intereses y en ese ámbito terrible del narcotráfico y del crimen organizado, en sus relaciones con el poder, eso se paga, tarde o temprano, y se paga muy caro".
O, como dijo Blancornelas al conocer de su muerte: "Este hombre, yo creo, abrió la boca cuando no debió".
En diciembre del 2019 el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos resolvió que la Fiscalía General de la República debía entregar a un particular la versión pública del expediente laboral de Guillermo González Calderoni.
Parece que el comandante que sabía demasiado no ha terminado de revelar sus secretos.