Alberto Anaya, dirigente del Partido del Trabajo, ha sostenido desde hace tiempo que Corea del Norte es el modelo que México podría imitar. La cárcel norcoreana le parece envidiable. Esa dictadura que no pierde el tiempo con elecciones y que no se distrae con las trampas del bienestar es una guía para México y para el mundo. Hace unos años, el fundador del PT dirigió una conmovedora carta a Kim Jong-Un. Le expresaba entonces admiración por sus "grandes hazañas". Usted está "dando la mayor gloria a la Corea Socialista ante todo el mundo", le decía. Al heredero de la dinastía totalitaria lo alababa en los mismos términos que utiliza la propaganda oficial de aquel país: un gigante de conocimientos extraordinarios, un guía histórico de notable personalidad popular. Hace menos de un año, sostenía que Corea del Norte debía ser reconocido como un aliado más cercano de que lo pudieran ser los Estados Unidos.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.