Le ganó la desesperación a Chivas. Sintieron demasiada asfixia y mucha presión social, inclusive, más que deportiva. La directiva consideró que el nombre de la empresa dueña de Chivas se estaba ensuciando demasiado. Digamos que en el análisis de los daños pesó más la raspada imagen corporativa que la misma crisis de resultados y funcionamiento del equipo. Por ello, la decisión de cortar al entrenador.