OPINIÓN

Aguardiente con pólvora

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN REFORMA

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No podían ya con el peso de sus desgracias los insurgentes sitiados en el fuerte de El Sombrero. Muy bien puede decirse que habían enloquecido de hambre, de sed, de desesperación. Toda suerte de siniestros rumores corrían entre ellos que los agobiaban y hacían más difícil su situación. Para beber tenían solamente aguardiente y mezcal: dejaron de beberlos porque alguien dijo que aquellos fuertes líquidos habían sido envenenados por los realistas con sublimado corrosivo. Quién sabe qué demonios sea eso, pero lo cierto es que suena muy mal, y peor ha de saber. Desalentados, pensaban todos que Mina, igual que Torres, los había dejado abandonados a su suerte, y que no tardarían en morir y en ser pasto de las aves de carroña y de las alimañas.