El reformismo naufraga en las contrariedades del Estado. Una coalición parlamentaria puede cambiar el texto de la ley. Sabemos que no es fácil conseguir los votos para el acuerdo pero también sabemos que no es suficiente. Es necesaria otra cosa para que una novedad despegue de la hoja de papel y sea capaz de modificar la realidad. Para llevar la intención a la práctica se requiere un aparato que tiene el permiso de hacer cumplir la ley y es capaz de hacerlo a través de las propias pautas de la ley. A eso llamamos Estado y es la gran carencia de nuestra política. La tragedia histórica de la democracia mexicana es que su máxima hazaña, el pluralismo competitivo, ha sido una desgracia, al no asentarse en la ley, es decir, en el Estado.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.