Prácticamente no hay discurso gubernamental o documento relevante en el que el crecimiento de la economía no aparezca como un objetivo central. El crecimiento económico es como un elixir de la felicidad porque disminuye tensiones, resuelve problemas y facilita la vida cotidiana, además de que genera riqueza, empleos y oportunidades. No es casualidad que todo mundo quiera lograrlo. El problema es que, como hemos visto en las últimas décadas, no es fácil alcanzarlo. Se han probado diversas estrategias, algunas más exitosas que otras, pero es claro que no se ha logrado una tasa elevada y sostenida en el tiempo.
Presidente de CIDAC, institución independiente de investigación. Fue presidente de la asociación de estudiosos de riesgo político y miembro de la CDHDF. Recibió el Premio Dag Hammarksjold (93) y el Nacional de Periodismo (98). Entre sus libros están El Dilema de México: los orígenes políticos de la crisis económica y Clasemediero: pobre ya no, desarrollado aún no. Es doctor en ciencia política y tiene especialización en administración financiera.