Vuelve bandera de EU bajo el sol de Cuba
Jesús A. Martínez/Especial
(15 agosto 2015) .-00:00 hrs
Bajo el sol de agosto en Cuba los
hechos parecen claros e irrefutables. Es día 14, y el calor húmedo
en la La Habana se antoja una obvia metáfora del deshielo.
Tres veteranos portan la bandera de las
barras y las estrellas para su izamiento en la renacida embajada de
Estados Unidos. Son los mismos hombres -o al menos los vestigios
comprobados de aquellos jóvenes marines- que la arriaron en la tarde
del 4 de enero de 1961.
Uno de ellos, James Tracy, ha recordado
hace poco su miedo a recibir un balazo de francotirador mientras
doblaba la bandera hace más de medio siglo. Pero hoy tiene 78 años
y está de vuelta en esta ciudad.
El vértigo de los sucesos hace 54 años
es conocido: Fidel Castro acusa a la misión estadounidense de ser un
nido de espías y exige que el personal -unos 300 funcionarios- se
reduzca drásticamente, hasta
11, tal como su contraparte cubana allá; hay una consulta del Embajador con sus superiores en Washington; se decide el quiebre de
relaciones; los diplomáticos norteños hacen de prisa las maletas y
destruyen documentos...; luego, son escoltados por una milicia
femenina hasta el puerto; desde el mar observan las luces del
edificio construido junto al Malecón por Wallace Harrison y Max
Abramovitz .
Un par de meses después acontece la
invasión por Playa Girón (en Bahía de Cochinos): son exiliados
cubanos entrenados y armados por EU que terminan vencidos
en menos de 72 horas. Lo que sigue es la larga, infatigable historia
de un conflicto bilateral que superó incluso la era de tensiones
Este-Oeste.
Alrededor
de medio millar de periodistas están ahora en La Habana para
contarle al mundo cómo se apaga el último rescoldo de la "guerra
fría". O eso dicen.
John
Kerry aterriza a las 09:00 (hora local) y se convierte en el primer Secretario
de Estado norteamericano que pisa suelo cubano en 70 años -desde que
Edward Stettinius lo hiciera en marzo de 1945-, pero sobre todo en el
primero en hacerlo desde el triunfo revolucionario de 1959.
Pasadas
las 10:30 (hora local), Kerry observa cómo la bandera estadounidense asciende
y se queda inmóvil contra el cielo azul. No hay viento. Pero no es
mal augurio. El Estrecho de la Florida -noventa millas de mar,
nostalgias, amores y odios entre los dos países- está en calma.
Poco
antes Kerry ha citado a José Martí: "Todo lo que divide a los
hombres es un pecado contra la humanidad". También ha repetido lo
obvio: que el camino hacia la normalización plena de relaciones
bilaterales es todavía largo, arduo; pero ya está dado el primer
paso. Hay temas pendientes, escabrosos: democracia, derechos humanos,
el embargo-bloqueo económico... Habla en inglés; a veces hace un
esfuerzo y dice algo en español. Suelta alguna perla de sensualidad
tropical ("Ya quisieran muchos los beneficios de que gozaremos...")
o de resonancia mítica (Obama y Castro dejaron de ser "prisioneros
de la Historia").
Nacido
en Madrid de padres cubanos y crecido en Miami, Richard Blanco -el
mismo poeta que recitó en la última asunción presidencial de
Barack Obama- leyó esta vez "Matters
Of The Sea"
(Cosas del mar).
"El
mar no importa, lo importantes es esto: todos pertenecemos al mar que
nos separa. Todos", dice. Y después lanza un modesto desafío:
"...respirar juntos, y sanar juntos".
Pero
hay más que esto. Hay un enorme signo de interrogación que cruza el
cielo de La Habana.
La
mañana de este viernes -histórico, simbólico..., son los adjetivos
de la prensa de cualquier parte- es otra mañana de verano.
Transparente, cegadora, asfixiante. Los habaneros -que desde hace ya
tiempo hasta se visten con barras y estrellas- parecen navegar su día
como siempre.
Sin
embargo, una señora se lanza dentro del taxi en que viajo y le dice
al chofer que se apure, que va retrasada para el trabajo porque se
quedó viendo en TV "la cuestión esta de la embajada americana".Los
cubanos ven estos sucesos con buenos ojos. Así lo siente Mildred
Peña -emprendedora y dueña de una casa de rentas en Centro Habana-,
pero ella se pregunta cuándo estos gestos históricos se traducirán
en "una mejoría para los cubanos".
"Eso a mí no me importa", dice en un primer impulso, y luego confiesa que sus esperanzas de que todo sea mucho mejor en el futuro.
Luego
de la ceremonia oficial, junto a la rejas de la nueva embajada
estadounidense en La Habana, hay mucho más optimismo: gente que se
envuelve en las banderas de ambos países, que grita vivas a Cuba, a
EU, a la libertad, a la paz.
Eddie
Zayas espera que haya progreso en lo adelante pero aún es
prematuro."Estamos muy contentos y orgullosos de que esto haya
sucedido. Ya era hora", expresa.
Su
esposa, María Zayas es mexicana -nacida en Tijuana, Baja
California- y vive en EU. Ella viaja de un país a otro
desde hace cinco años. "Esto es un gran logro -opina- porque abre
las puertas de ambos países. Yo misma estoy agradecida porque Cuba
me ha recibido con los brazos abiertos...".
Eduardo Rodríguez asegura haber sido
víctima de represión y maltrato por sus ideas. Ahora grita y sonríe
a las puertas de la nueva embajada."Lo que queremos paz, tranquilidad
para todos y no guerra... Nada..., el que piense diferente, el que
quiera ser socialista, el que quiera ser comunista... ese es su
problema", señala.
Abner Zambrano es hijo de cubanos que
emigraron en 1979 a EU. "Mi padre nació en La Habana, cerca del Malecón, y mi
madre en Manzanillo (este); yo nací en 1981 en Hoboken, New Jersey,
y ahora vivo en Palm Beach Gardens, Florida", cuenta.
"Si esto va a funcionar -reflexiona
Zambrano-, tiene que ser fifty-fifty, y con respeto. En mi
opinión debería borrarse el pasado y empezar todo de nuevo; no hay
que guardar cuentas".