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Toma y Daca

'Tengo tendencia a la levedad'

Miguel De la Vega

(25 enero 2015) .-00:00 hrs

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Sobre Beatriz de Moura se podría escribir un libro. Y ella se encargaría de editarlo, escoger la portada, llevarlo a las librerías y convertirlo en un clásico.

Porque esta mujer, cuando tenía apenas 29 años, decidió fundar con su entonces marido una editorial con apenas 25 mil pesos, a precios actuales. Así, en 1968 nació Tusquets, que ha publicado miles de libros y tiene entre sus autores traducidos al español a Milan Kundera, Marguerite Duras, Henry Miller, Woody Allen y Henning Mankell, entre muchos otros.

La de De Moura ha sido una vida entre libros. Ha leído tantos que ya hasta perdió la cuenta, pero no ha perdido el humor ni el asombro.

¿Cómo define el trabajo de un editor?

Es muy simple: es la persona que en una empresa editorial decide los títulos por publicar.

Eso lo podría hacer cualquiera.

No, no. Al revés. No lo puede hacer cualquiera.

Usted hizo Tusquets...

No es porque yo sea un ser excepcional.

¿Qué características debe tener un editor de libros?

De entrada, haber sido muy lector toda su vida. Esto es fundamental. Y haber sido capaz de elegir sus lecturas de un modo coherente.

¿A qué se refiere con coherente?

Hoy en día es cada vez más difícil encontrar a este tipo de persona que, desde muy pequeña, se ha entregado a la lectura de una manera muy comprometida, nada interesada.

¿Cuántos libros ha leído?

¡Es imposible saberlo!

¿De qué tamaño es su biblioteca?

No lo sé porque, en un momento determinado de mi vida, vi que si no hacía algo urgentemente no iba a poder entrar en mi casa. Entonces, tomé una decisión muy, muy clara.

¿Cuál?

El poeta español Jaime Gil de Biedma me dijo un día: "Mira, Beatriz, cuando uno ya tiene cierta edad, ya sabes lo que vas a leer, pero, sobre todo, ya sabes lo que no vas a volver a leer. Deshazte de todo esto, porque te va a llenar la casa, te va a parecer un engorro tremendo y es mejor que lo dones o lo vendas".

¿Hay un libro al que vuelva siempre?

No todos, pero he leído la obra de Albert Camus varias veces en la vida.

¿Por qué regresa a Camus?

Porque él me planteó muy joven, quizás a los 14 años, el absurdo de la vida si sabes que vas a morir. O sea, el hecho de aceptar la vida...

A los 14 años eso es un poco difícil de manejar...

Es que, quizás, ahora a los 14 años no se lee a Camus, una lástima.

¿En su carrera como editora hubo algún manuscrito que al leerlo pensara: "esto es un best seller"?

Cuando un libro será un best seller nunca he podido saberlo. Nunca ha sido, digamos, lo que he buscado en una lectura profesional.

¿Qué buscaba?

Compartirlo. Cuando uno lee un libro con una gran satisfacción, tiene la sensación de que puede compartirlo con los demás. Ya sea un ensayo o una novela policiaca, que mientras la estés leyendo tengas ganas de compartirla.

Cuando entra a una librería y ve que lo que más se vende son libros de autoayuda, ¿qué siente?

Ha pasado siempre. Pero hay best sellers que cuando uno pierde ese prejuicio, descubre un gran escritor. Stephen King es un gran escritor y un gran best seller. García Márquez, ¿qué es?

¿Un gran escritor?

¡Y es un best seller!

Mucha gente, en lugar de leer un libro, prefiere ver videos en Facebook...

¡Y dicen que no tienen tiempo para leer! Antes eso lo decían sólo los políticos. Hoy en día, la gente en general también lo dice. Pero sí tiene tiempo para estar jugando tres horas en una pantalla o mandándose mensajes, o lo que sea.

¿Por qué pasa eso?

Digamos que la tecnología, hoy en día, está supliendo el placer que antes producía la lectura.

¿Cuál fue el escritor que más le impresionó?

Me cuesta bastante responder a estas cosas porque uno evoluciona, pasan los años y, entonces, cada etapa tiene su escritor preferido. Por eso no comprendo cómo hay unos críticos que dicen: "¡Los mejores libros del mundo son...!". Cada momento vital tiene su lectura.

Cuénteme uno suyo...

Tintín lo sigo leyendo hasta hoy. De pequeña yo los devoraba; luego, cuando tenía insomnio, un Tintín me iba muy bien para recordar y dormir a gusto. Hay libros que vuelven.

¿Como cuál?

Naturalmente Camus y algún libro de Kundera, y ciertas lecturas de Marguerite Duras, no sé. Los libros que están en el catálogo (de Tusquets) tienen mucho que ver con perseguirlos a través de la vida.

Haber fichado a Milan Kundera para Tusquets fue uno de sus grandes éxitos. Cuentan que lo logró prometiéndole un análisis de las traducciones de sus obras...

¡Sí, lo hice!

¿Cómo fue?

Una persona como él es un problema en sí mismo. Porque este hombre sale de su país porque ya no puede vivir en él, ya no puede expresarse. Y escribe en un checo que es una lengua que, hoy en día, ya no es, ya no existe.

¿En qué sentido?

Todos esos países que fueron dominados por la Unión Soviética perdieron su lengua, se fue contaminando de un ruso bastardo. Y el idioma en el cual él escribía se hizo absolutamente ilegible para los checos de los años 50, incluso de los 60.

¿Y cuál era el problema con las traducciones?

El primer idioma al que Kundera fue traducido fue el francés. No digo que sean traducciones malas, pero sí inexactas. Él tiene una escritura muy parecida a la de Kafka, muy breve, con frases muy cortas, muy poco literarias en el sentido más francés. Y, entonces, las primeras traducciones no tenían en cuenta ese tipo de construcción del idioma y creyeron que quizás era un déficit de escritor, estas cosas que a los franceses a veces les pasa.

¿Eso angustió a Kundera?

Claro, ya llevaba tres o cuatro libros traducidos al francés, y le entró una inquietud. Él no sabía entonces francés suficiente como para juzgar. Le entró una inquietud terrorífica.

¿En algún momento se ha sentido insoportablemente leve?

¡Huy, muchísimos! Tengo 75 años, ¿se imagina recordar todos? Tengo tendencia a la levedad, porque creo que es absolutamente necesaria.

¿En el espejo qué ve?

Un día me veo a mí, sin mucha alegría, jajaja.

¿Después de todo lo que ha logrado?

¡Hombre! Porque voy envejeciendo y acercándome a la muerte. Tampoco es muy agradable.

¿Usted ya sabe qué es la vida?

Sé lo que es la mía; la de los demás, no.

¿Cómo la define?

Absurda.

¿Cuál fue la edad de oro de la industria editorial?

En España, naturalmente, se dio en el momento en que murió el dictador y hubo libertad de expresión.

¿Algo le ha dejado el corazón perplejo?

Esto tiene que ver con mi vida íntima, no se lo voy a contar, jajaja.

¿Es usted una mujer difícil?

Así, a lo bruto, no lo sé; es probable que mucha gente piense que sí.

¿Wikipedia es el infierno?

¡Ay, Dios mío! Hay que ver los horrores que publica. Quien vea mi entrada no sabrá nada de mí.

Pero se está volviendo la principal fuente de información...

Para el mundo es grave, es muy grave. Cuando ya la gente no entiende ni un artículo de un periódico, algo está pasando. Por eso le digo: hay cosas que me parecen maravillosas y otras que me parecen simplemente peligrosas, me alejan del mundo que he conocido hasta hoy.

Dígame tres libros que le recomendaría a un presidente.

¿A un presidente? Ni soñando.

¿Por qué?

Porque me diría que no tiene tiempo para leer.

¿Al Presidente de México qué le recomendaría?

No lo conozco suficiente para decirle que lea algo. Felipe González, por ejemplo, es un buen lector y, sobre todo, un lector de novela. Es el último presidente que he visto leer. Los demás, al menos los que he podido conocer, me han dicho siempre lo mismo: "Lo siento, no tengo tiempo de leer".

¿Cuál le gustaría que fuera el epígrafe de su vida?

No lo he pensado todavía, pero no tendré porque seguramente no tendré tumba.

¡Cómo que no tendrá tumba!

No. Que mis cenizas las tiren al pie de un olivo.


CINCO DATOS


1. Nació en Río de Janeiro en 1939.

2. Fundó Tusquets junto con Óscar Tusquets en Barcelona, en 1968, y la echó a andar al año siguiente. Dejó las riendas de la editorial 45 años después.

3. En 2010, recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

4. En México, le fue entregada la Presea Sor Juana Inés de la Cruz en 2014.

5. Ella misma tradujo del francés al español algunas obras de Milan Kundera como La lentitud, La identidad y, el año pasado, La fiesta de la insignificancia.