Ciencia contra el tráfico de especies
Dalila Carreño
(12 octubre 2014) .-00:00 hrs
A finales de 2011, un cargamento lleno de polvo blancuzco fue asegurado en el Aeropuerto Internacional de Tijuana. La mercancía iba a salir de México en un vuelo hacia Estados Unidos y su destino final sería China.
A simple vista, esos bultos parecían cocaína, pero los agentes aduanales no pudieron determinar que se tratara de droga. Difícilmente habrían imaginado que en realidad eran caballitos de mar triturados, una especie sujeta a protección especial por leyes nacionales e internacionales, que ha visto incrementar su demanda en el mercado negro debido a que en Asia se cree que tiene propiedades curativas de problemas cardiacos, pulmonares y de impotencia.
Sin protocolos para hacer pruebas de laboratorio, el destino de ese polvo blanco fue la incineración. No hubo ningún proceso penal contra los que pretendían sacar del país esa valiosa mercancía.
Los traficantes de especies de fauna y flora silvestre cuentan con singulares métodos para camuflarlas y facilitar su tránsito ilícito en zonas fronterizas dentro y fuera del país. Suelen esconder especies de ranas en rollos fotográficos, ocultar monitos tití en medias, amontonar decenas de loros en pequeños tubos de plástico o esconder reptiles en maletas llenas de ropa.
El año pasado, por ejemplo, la Profepa aseguró en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México 98 reptiles vivos, entre lagartos, tortugas e iguanas, que estaban escondidos en las maletas de un ciudadano japonés que pretendía llevarlos a su país.
El tráfico ilegal de plantas y animales reporta ganancias de hasta 6 mil millones de dólares al año a nivel mundial, lo que lo convierte en uno de los negocios más lucrativos del mundo, de acuerdo con informes de la Policía Internacional (Interpol) y la Organización Mundial de Aduanas (WCO). No en vano, estas instituciones reportan que el crimen organizado cada vez se involucra más en esta actividad.
Ante el crecimiento del tráfico de especies, y las dificultades para detener in fraganti a los traficantes, las instituciones encargadas de proteger la flora y fauna, así como prevenir y perseguir este delito, unieron fuerzas con la academia para desarrollar un proyecto que permita identificar en tiempo real las especies cuando se busca sacarlas del territorio nacional.
La división científica de la Policía Federal, la PGR, la Profepa, Sagarpa y Semarnat trabajan con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), para proteger especies con la colaboración de la Red Temática de Código de Barras de la Vida (MEXBOL), un sistema que permitirá identificar animales y plantas mediante un código elaborado con un segmento de ADN.
Tal y como sucede en los supermercados, donde se identifican productos a través de los códigos de barras, este sistema permitirá determinar la especie a la que pertenece un animal o una planta (incluso triturados), establecer si se trata de una especie protegida, y evitar su tráfico ilegal.
Comienza la capacitación
Esta especie de CSI contra el tráfico de especies ha comenzado a implementarse en México.
La semana pasada, se realizó un taller para inspectores de puertos, aeropuertos y fronteras responsables de la revisión de mercancías cuya importación y exportación está sujeta a regulación por parte de la Semarnat.
En él, la doctora Virginia León-Règagnon, investigadora del Instituto de Biología de la UNAM, presentó el Proyecto "Código de Barras de la Vida Silvestre en México" a inspectores de Profepa, miembros de la policía científica de la PF y a coordinadores de Servicios Periciales del Departamento de Delitos Ambientales de la PGR.
En el taller, los inspectores de aduanas fueron instruidos por especialistas de la UNAM para la toma de muestras en fauna y flora silvestres.
En su exposición, la especialista compartió la experiencia de un primer ensayo hecho en México con una aleta de tiburón decomisada en el puerto de Manzanillo, de cuyos tejidos se obtuvo una secuencia de ADN en el Instituto de Biología de la UNAM.
En el encuentro, al que asistieron alrededor de 30 inspectores, varios de ellos reconocieron que es muy complicado identificar especies, como las maderas tropicales.
La intención de la Red MEXBOL es determinar en un tiempo prudente a qué especie pertenecen los ejemplares asegurados en puertos, aeropuertos, fronteras y aquellos puntos donde Profepa realiza verificaciones, y dotar a las autoridades judiciales de evidencia para ejercer acción penal en contra de los traficantes.
"Hoy en día es complicado identificar el espécimen asegurado porque en muchas ocasiones los productos o ejemplares que se trafican no tienen las características morfológicas que permitan a los inspectores saber a qué especie pertenecen. En ocasiones no pueden hacer nada contra la persona que lo lleva si no se demuestra que eso que lleva son especies protegidas, y entonces se van los delincuentes. Hacen falta herramientas para que las autoridades puedan completar su trabajo", explica Virginia León-Règagnon.
La Red MEXBOL actualmente está creando una Biblioteca de Referencia de la biota mexicana que incluirá, en una primera etapa, a las 200 especies más importantes que están siendo traficadas.
Entre ellas se encuentran la guacamaya roja, tortugas, halcones, cactáceas, orquídeas, loros, serpientes, tarántulas, monos y tiburones como el martillo y el puntas blancas oceánico.
Dicha Red, apoyada por Conacyt, participa en el proyecto internacional Código de Barras de la Vida Silvestre (BWP, por sus siglas en inglés), del que también forma parte Sudáfrica, Kenia y Nigeria.
A nivel mundial, esa iniciativa (BWP) cuenta con el apoyo de Google Global Awards, que se interesó en financiar, con tres millones de dólares, la creación de códigos de barras de especies que están amenazadas y sujetas a tráfico ilegal en esos países.
León-Règagnon, quien coordina el proyecto en México, explica que la Biblioteca de Referencia servirá para identificar a los especímenes traficados sin importar cómo sean hallados, por ejemplo, en trozos o estado larvario.
"La idea es que los inspectores, al hacer un aseguramiento, puedan tomar una muestra de tejido, ponerla en resguardo adecuado y, bajo cadena de custodia, llevarla a los laboratorios especializados para que se extraiga el ADN y se compare con las secuencias que están en la Biblioteca", puntualiza.
Gerardo Salazar Chávez, coordinador del grupo de plantas de la Red MEXBOL, coincide con la especialista en que es muy común que en las inspecciones de muestras de origen biológico no se pueda discernir qué especie es.
"Con frecuencia se comercian estados inmaduros. En el caso de los pericos o reptiles pueden ser huevos y, en el caso de las plantas, semillas. Sin embargo, cualquier fase del ciclo de vida de un organismo: adulto, huevo, embrión o semilla, y cualquier parte de su organismo que tenga un origen celular, tiene el mismo material genético", detalla Salazar.
El también jefe del departamento de Botánica del Instituto de Biología de la UNAM dice que la información genética de las especies de la Biblioteca de la Red MEXBOL estará disponible en una base de datos pública en internet, que contará con fotografías.
Especies vulnerables
Al caballito de mar (Hippocampus ingens) se le suele sacar de forma ilegal desde puertos como Ensenada, Baja California, en donde son escondidos en cajas de cartón o costales de nylon, entre bultos de otros ejemplares. El año pasado, Profepa aseguró 197 kilos de ejemplares secos.
Y a la totoaba (Totoaba macdonaldi), un pez catalogado en peligro de extinción y en veda total y permanente desde 1975, que habita en el norte del Golfo de California o Mar de Cortés, se acostumbra extraerle la vejiga o "buche".
Estas especies se trafican ilegalmente a China y Hong Kong, donde se considera que cuentan con propiedades medicinales y afrodisiacas.
El año pasado, un ciudadano norteamericano fue acusado, en San Diego, del delito de contrabando de 270 vejigas de totoaba extraídas de aguas mexicanas.
La juez del caso reconoció que el daño equivalía a 3 millones de dólares, cantidad necesaria para garantizar que ese número de totoabas pudieran sobrevivir en su condición natural durante 15 años, de acuerdo con Profepa. Sin embargo, la situación económica del implicado provocó que sólo pudiera pagar 500 mil dólares.
Otro caso es el del pepino de mar (Isostichopus fuscus) también sujeto a protección especial por la norma mexicana e internacional que se suele traficar ilícitamente en estado seco, congelado o cocido. En 2013, la Profepa logró el aseguramiento de 900 mil ejemplares.
Karla Acosta Resendi, directora general de Inspección Ambiental en Puertos, Aeropuertos y Fronteras de la Profepa, espera que el proyecto permita rápidas y fidedignas identificaciones de las especies que son parte de movimientos transfronterizos y también controlar la circulación de las que tiene alguna protección.
"La intención es que, en el momento que se detecte o se tengan indicios de que hay una especie que necesita ser identificada, no se tenga que esperar el tiempo que se espera ahora para que un taxónomo experto pueda hacer una identificación", señala.
De acuerdo con Profepa, ese proceso puede demorar hoy en día hasta seis meses.
Según el biólogo Francisco Navarrete, director de Inspección y Vigilancia de Vida Silvestre y Fitosanitaria en Puertos, Aeropuertos y Fronteras de Profepa, la idea es tener una herramienta científica que ayude en los casos en los que la identificación a primera vista no pueda ser posible.
"Nuestros inspectores están muy bien capacitados, pero llega un momento en que es imposible poder diferenciar entre dos especies o subespecies", dice Navarrete.
Actualmente, las muestras de los ejemplares que se aseguran se envían al Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California; al Instituto de Biología de la UNAM y la Universidad Autónoma de Chapingo.
Una vez que la Red MEXBOL comience a auxiliar a las autoridades, la extracción del ADN de la especie asegurada permitirá su identificación en un lapso de entre dos y tres días.
Del decomiso al museo
Actualmente, cuando los inspectores hacen verificaciones documentales y oculares y se dan cuenta que una especie animal o vegetal no corresponde a la que se debería importar o exportar, levantan un acta en donde se asientan las presuntas irregularidades y aseguran la mercancía.
La Policía Federal hace la detención del sospechoso y lo pone a disposición del MP, quien debe resolver su situación jurídica en un máximo de 72 horas. Si no encuentra elementos de delito, lo tiene que poner en libertad. No obstante, la Profepa puede continuar con el proceso administrativo.
Los cargamentos que pasan del estatus de asegurado a decomisado suelen ser incinerados y, en el caso de los ejemplares vivos, se les reubica en zoológicos, Unidades de Manejo Ambiental, Centros para la Conservación e Investigación de la Vida Silvestre y, en jardines botánicos.
En esos sitios pueden permanecer entre tres y seis meses, que es el tiempo promedio en el que se deberían desahogar las pruebas en un procedimiento administrativo. Sin embargo, hay situaciones en las que al particular ya no le interesa recuperar los ejemplares.
Ha habido casos en los que se han canalizado a museos pieles de cebras, jaguares, venados y de oso negro; colmillos de elefantes y piezas de carey, para fines de educación ambiental.
Actualmente, la Profepa cuenta con 57 inspectorías marítimas, portuarias, terrestres y aeroportuarias, distribuidas en todo México, en las cuales trabajan alrededor de 120 inspectores.
Biblioteca de Referencia
Hesiquio Benítez, director general de Cooperación Internacional e Implementación de Conabio, explica que un grupo de expertos eligió las primeras 200 especies a las que se les extraerá el ADN, porque se considera que son algunas de las más vulnerables.
Entre ellas se agrupan plantas, aves, anfibios, reptiles, mamíferos, arañas, peces y algunas maderas.
Éstas formarán parte de la Biblioteca de Referencia y además están enlistadas en los apéndices de la Convención Internacional Sobre el Comercio de Especies Amenazadas de Fauna y Flora (CITES) y en distintas categorías de riesgo de la NOM Oficial Mexicana 059.
La lista incluye pericos, distintas especies de ajolotes; monos, manatíes, delfines, pepinos de mar, tarántulas, distintas especies de agaves, orquídeas, cactáceas, yucas, la cera de candelilla; maderas, como caoba y dalbergias; y reptiles, como las tortugas, iguanas, cocodrilos, serpientes de cascabel y lagartijas.
En la creación de dicha Biblioteca trabajan más de 50 especialistas de instituciones de todo el país y ya cuenta con un Laboratorio Nacional con tres sedes: el Instituto de Biología de la UNAM; el Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR, Chetumal) y el Centro de Investigaciones Biológicas del Noreste (CIBNOR).
"Queremos promover que estos laboratorios capaciten gente de Profepa para que puedan tener laboratorios en los principales puertos, aeropuertos y fronteras, porque a veces llega un cargamento con individuos vivos y se tiene que procesar esto en pocas horas. Es una herramienta muy potente, pero necesitamos que sea muy rápido el procesamiento una vez que se tomen las muestras, ese será un reto", señala Benítez.
El especialista añade que contar con la PGR y Profepa, trabajando con autoridades científicas y administrativas, para implementar correctamente la convención de CITES, (encargada de regular el comercio internacional de especies amenazadas), será un gran paso.
De acuerdo con León-Règagnon, hoy en día se está trabajando en la extracción del ADN de 100 plantas y 100 animales, y se tiene previsto que la Biblioteca de Referencia empiece a funcionar a principios de 2015.
Además de las 200 especies elegidas, se obtendrá el ADN de sus parientes más cercanos u otros especímenes que sean morfológicamente parecidos. Al final, se estima contar con una lista de unas mil especies.